Libro X- Las
Metamorfosis, Ovidio
“Mito de Pigmalión”
(Poeta romano, 43 a.C – 17 d.C.)
"Pigmalión vivía solo y sin esposa, y llevaba ya
mucho tiempo desprovisto de consorte. Por entonces esculpió con admirable arte
una estatua de níveo marfil, y le dio una belleza como ninguna mujer real puede
tener, y se enamoró de su obra. El rostro es el de una joven auténtica, de
quien se hubiera creído que vivía y que deseaba moverse, si no se lo estorbara
su recato: hasta tal punto el arte está escondido por obra del propio arte. La
admira Pigmalión y apura en su corazón el fuego por aquel cuerpo ficticio.
Muchas veces aproxima a la obra sus manos, que la palpan para comprobar si
aquello es un cuerpo o es marfil, y aún no se resuelve a admitir que sea
marfil.
Le da besos y cree que ella se los devuelve y le habla y
la toma, y le parece que sus dedos oprimen los miembros que tocan, y teme que
se amoraten las carnes que él aprieta, y ya le dirige palabras acariciantes, ya
le lleva, regalos gratos a las jóvenes, conchas y torneadas piedrecitas y
pajaritos y flores de mil tonos y lirios y pelotas de colores y lágrimas caídas
del árbol de las Helíades; le adorna también con ropas los miembros, le pone
piedras preciosas en los dedos, le pone un largo collar en el cuello; de las
orejas le cuelga ingrávidas perlas, del pecho cadenillas. Todo le sienta bien;
pero tampoco desnuda resulta menos hermosa. La tiende en un lecho de ropas
teñidas por la concha de Sidón (de púrpura), y la llama compañera de su tálamo,
y reclinándole el cuello lo hace reposar en medio de blandas plumas, como si
ella lo fuera a notar.
Había llegado el día de la fiesta de Venus, el más
celebrado en toda Chipre, y habían caído, golpeadas en la nívea cerviz, vacas
con amables cuernos recubiertos de oro, y humeaba el incienso, cuando
Pigmalión, después de realizar su ofrenda, se colocó junto al altar, y
empezando tímidamente: "si los dioses podéis darlo todo, yo anhelo que mi
esposa sea..." y no atreviéndose a decir "la joven de marfil",
dijo "semejante a la joven de marfil". La áurea Venus, que asistía en
persona a sus fiestas, comprendió lo que significaba aquella súplica, y, como
augurio de su favorable voluntad, por tres veces se encendió la llama y levantó
por el aire la punta.
Cuando volvió Pigmalión, va en busca de la imagen de su
amada, e inclinándose sobre el lecho le dio besos: le pareció que estaba tibia;
le acercó de nuevo los labios, y también con las manos le palpó los pechos: el
marfil, al ser palpado, se ablanda, y despojándose de su rigidez cede a la
presión de los dedos y se deja oprimir, como la cera del Himeto se reblandece
al sol, y moldeada por el pulgar se altera adquiriendo múltiples
conformaciones, y es el propio uso el que la hace útil.
Él se queda atónito y vacila en regocijarse y teme ser
víctima de una ilusión, y entre tanto, exaltado de amor, vuelve una y otra vez
a tocar con las manos el objeto de sus ansias. ¡Era un cuerpo! Laten las venas
palpadas por los dedos. Entonces es cuando el de Pafos (ciudad de Chipre)
pronuncia palabras elocuentes con las que quiere dar gracias a Venus, y oprime
con sus labios, labios al fin verdaderos, y la joven sintió que se le estaba
besando y se ruborizó y levantando tímidamente los ojos y dirigiéndolos a los
de él, vio, a la vez que el cielo, a su amante.
A la boda que era su obra asiste la diosa, y cuando ya por nueve veces se habían juntado los cuernos de la luna formando el disco completo, dio ella nacimiento a Pafos, de la cual ha tomado la isla este nombre".
A la boda que era su obra asiste la diosa, y cuando ya por nueve veces se habían juntado los cuernos de la luna formando el disco completo, dio ella nacimiento a Pafos, de la cual ha tomado la isla este nombre".
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